La música sirve para algo, y el resto, para casi nada. Esta frase de Eduard Punset, aunque pueda parecer una afirmación de conversación de bar, encierra muchas verdades científicas.

 

Vamos por partes. ¿Sabemos lo qué es la música? ¿Para qué sirve y por qué el ser humano no puede vivir sin ella?

 

La música, según el compositor Albert Sardà, es el arte de esculpir el tiempo. Y esta definición de la música como elemento de creación, nos permite acercarnos a la que es sin duda alguna la más antigua y compleja expresión artística del ser humano.

 

Pero vayamos a los orígenes. Muchos antropólogos coinciden en que la música y la danza fueron utilizadas por el ser humano muchos siglos antes de la aparición del lenguaje. La música, debido a lo que los especialistas denominan “Sincronía psicológica temporal”, une psicológicamente a grupos de personas. En su origen, los seres humanos necesitaban la música para sentirse unidos y, así, “protegidos” a través del grupo. Además, también aliviaba los conflictos emocionales. Algunos ejemplos muy claros sobre la utilización de la música para unir y sincronizar psicológicamente a grupos de personas: cantos litúrgicos, himnos, marchas militares, músicas de las tribus urbanas…

 

La música es también el “lenguaje” del despertar emocional y psicológico. Una canción que se cante a coro proporciona una emoción compartida en la que todos los participantes experimentan respuestas emocionales similares (Antony Storr, 1992).

 

Estudios recientes han revelado además que nuestro cerebro guarda la música en áreas cerebrales diferentes de las del resto de recuerdos. Los recuerdos que más perduran son los que están ligados a una vivencia emocional intensa, y justo la música, a lo que está más ligada es a las emociones… y la emoción es una puerta al recuerdo, dice la musicoterapeuta de la Fundación Alzheimer España, Fátima Pérez-Robledo. Los experimentos realizados con estos enfermos demuestran que, aún cuando los pacientes ya no saben ni quiénes son, ni reconocen a nadie, son capaces de cantar y bailar canciones de su niñez o de su juventud.

 

Son múltiples los roles y las funciones de la música en la sociedad; el paralelismo en relación con la evolución de las civilizaciones es interesante y extenso. Hoy en día podemos recrear parte de la historia gracias a la música que dejaron los compositores del pasado, pero, al mismo tiempo, también somos testigos de los cambios constantes que la música actual refleja. Así mismo, en el escenario presente, nacen numerosos géneros musicales, de entre los cuales muchos son el producto de la fusión entre elementos que provienen de culturas distantes. Esto evidencia que la música nunca ha sido ajena al fenómeno de intercambio cultural, un asunto que en nuestros tiempos ha sido exacerbado por la globalización, las facilidades que otorga la tecnología en términos de comunicación, los medios masivos y otros factores, lo que genera una enorme paleta de opciones musicales a disposición del oyente. De acuerdo a esta situación, sería interesante entender la manera en que estos nuevos oyentes crean relaciones con la música y cómo y porqué se forman esos lazos.

 

Sobre el tema de si la música “culta” representa un género de difícil acceso (debido a la creencia de que se necesita cierta educación previa para ser entendida), encontramos dos posturas. La primera, planteada por Edward Said en su obra “Paralelismos y Paradojas”: En occidente la música está separada de otras artes, en cuanto a que requiere un tipo de educación particular que, sencillamente, no se da en la mayoría de las personas. Y como resultado, se sitúa todavía más aparte. Tiene un lugar especial. Hay personas familiarizadas con la pintura y la fotografía, con el teatro y la danza, que no pueden hablar con la misma facilidad de la música.

 

Y la segunda, transversalmente opuesta, de Nietzsche: La música es, potencialmente, la forma de arte más accesible, porque al reunir lo apolíneo y lo dionisíaco, produce una impresión más intensa y apasionante que las otras artes.

 

La conclusión es que estamos ante una clara paradoja: aunque la música es accesible, no puede ser del todo fácilmente comprendida. Pero, en suma, la música puede ser disfrutada aún si se considera de entrada como difícil de entender.

 

Por otro lado, en cuanto a sus funciones, es destacable también el papel actual de la música en el ocio y entretenimiento, que es válido, pero que deja entrever que existe un enorme potencial por explorar: su influencia en el desarrollo de las personas. Pueden entonces surgir para nosotros preguntas como la que se plantea Daniel Barenboim sobre el papel de la música en la sociedad: ¿Cuál es realmente? ¿Es proporcionar consuelo y entretenimiento, o bien plantear cuestiones perturbadoras al intérprete y al oyente?

 

Resumiendo: la música es una de las formas fundamentales de la expresión humana y, como tal, un elemento esencial de la cultura local e internacional. Y, al mismo tiempo, la música es un bien importante en términos económicos: supone una parte significativa del presupuesto que los consumidores dedican al tiempo libre, proporciona un medio de vida a los incontables trabajadores implicados en la cadena de valor (creación, producción y distribución), y es un componente clave en las cada vez más globalizadas industrias de los medios y las comunicaciones.

 

Pero para analizar los movimientos internacionales en música, es necesario entender la estructura económica de la industria musical a escala nacional e internacional, tema extenso que desarrollaré en otra ocasión.

 

Y para terminar, una curiosidad científica: la música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida, al liberar dopamina en el cerebro (como también lo hacen la comida, el sexo y las drogas).

 

En definitiva, “Somos lo que somos con la música y por la música”, como argumenta el neurólogo y neurocientífico Facundo Manes.

 

Canarias Cultura7/10/2017

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