Primera audición el 19 de enero de 2013 en el Auditorio Adán Martín de Santa Cruz de Tenerife por Cristo Barrios (clarinete) y la Orquesta del Teatro Mariinsky dirigidos por Valery Gergiev.
¿Pueden conjugarse lo trascendente y lo cómico? ¿Lo abismal y lo ligero? Lo que para otros sería un sinsentido expresivo es resuelto con aparente sencillez por Nino Díaz, quien se deleita en el oxímoron. Ya había dado muestras de ello al imaginar al mismísimo diablo bailando ante Dios en Las siete vidas de Elohim. La paradoja motiva al autor de Clarinet Concerto n. 2, que emplea los diferentes registros no como contraste u oposición dialéctica, sino como desenlace inesperado de una situación, como un truco de magia que rompe con toda expectativa mostrando una portentosa plasticidad en la materia sonora. Conviene tener en cuenta que ya el mismo protagonista de la obra, el clarinete al que el compositor canario ha dedicado media vida, concilia los registros chalumeau y el clarino en un mismo instrumento. Esa personalidad múltiple del solista no supone un problema identitario, sino la clave para dialogar fluidamente con la orquesta, tomando ideas de ella y proyectándolas de nuevo en el conjunto.
El inicio de la obra (Moderato), muestra un estatismo roto por agitaciones paroxísticas, contrapuntos y obstinati. Se enlaza con una sección (Allegro) de sorprendente arranque: un hilarante diálogo entre solista, tuba y bombo al que se suman nuevos elementos. Señalemos la presencia de cuatro bidones empleados como tambores metálicos. Tras un formidable tutti arranca un capítulo (Andante) de introspección no carente de solemnidad, que contrasta radicalmente con la parte final (Vivace), llena de brillantez rítmica que desemboca en la cita de algunos compases de la fuga en si mayor de El clave bien temperado I. El autor confiesa una pasión por la música barroca, y en especial por Bach a quien rinde aquí tributo. Pero ojo, Díaz sorprende una vez más saltándose la exposición y empezando a mitad de la fuga.
El contrapunto se afirma como un elemento crucial en el devenir de la obra. No deja de ser asombroso, en un concierto para un instrumento no polifónico, que dicha técnica tenga tal importancia. ¿Supone un problema acercarse a la música del barroco sin dejar de hacer música de hoy? ¿O entreverar pasajes tonales y atonales? Para el autor no hay dificulta alguna.
¿Por qué habría de haberla para el oyente?
Jacobo Durán-Loriga